El amigo que nunca tuve 9
La mañana paso rápido, mientras la pequeña, miraba por la ventana con el peluche entre sus brazos, incluso, hubo un momento del día, al ver a un pájaro cerca, que abrió el cristal, para que el sonido entrara a su cuarto, su pequeño peluche, no podía perderse tales melodías.
Desde que había enfermado, la música se le había tornado ruidosa, jamás disfrutaba de un momento de paz escuchando una canción, ni siquiera de algún grupo que le gustara, prefería no hacerlo, pero ahora, al oír a los pájaros, pensó, que estar enferma, no era sinónimo de quedarse sorda.
La pequeña estaba sonriente cuando su madre la llevo la comida hasta su habitación, y sus mejillas, ahora bañadas por el sol, habían tomado un matiz sonrosado que la sentaba muy bien.
Después de comer, la pequeña, estaba agotada, así que se fue a dormir.
Comentarios
Saludos.
La pequeña no juega con los otros niños, no va al colegio, no sale, solo sabe que la enfermedad que tiene, no la deja vivir, de repente el sonido de un pájaro le recordaba que podía sentir, no solo dolor. Un abrazo
que bonito es el cuento Tamara. Amelia.
otro besote, se me acabara el saco? jajajajaj
Un besazo.
Mas besos!!