El arte de las palabras

Su esposa se encontraba llena de harina, y Liperto detrás de ella la enseñaba a amasar un espeso mejunje acercándose a ella más de lo debido, ya que se trataba de una mujer casada. Las manos de él rodeaban las de su esposa y la susurraba algo al oído mientras la daba instrucciones de cómo moverse, seguramente su aliento le rozaba la oreja y el cuello de la joven, algo que le enfureció aún más con solo pensarlo. -                             ¿Necesitáis ayuda?- dijo mordaz. -                             Creo que no- contestó el hombre con insolencia sin dejar de mirarle a los ojos. -                        ...