Pero, casi sin darme cuenta, estaba amaneciendo, ella no había ido a descansar, y él, no solo la había acompañado hasta la puerta de su camarote, estaba con ella, la tenía entre sus brazos y los dos miraban como el sol salía sobre el mar, que parecía mirarlos y rugir, con la misma intensidad con las que sus cuerpos habían vibrado aquella noche. Y, sin saber tampoco como, el sopor la pudo, y se quedo dormida en sus brazos, pensando que al despertar, él estaría allí, pero… Al abrir los ojos. Aun podía oler su rastro en la almohada, su colonia seguía impregnada allí, pero, su lado de la cama estaba ya frío, hacía horas que debía haber abandonado la habitación donde durante la noche, ocurrió lo que ambos esperaban desde hace tanto tiempo.