El arte de las palabras

                  Una hora más tarde cuando todos se habían retirado a su alcoba y Osmar entró en la suya, Isemay dormía placidamente, la sábana descansaba sobre sus caderas, y aún podía verse en ellas las huellas de sus lágrimas. Se maldijo a sí mismo una y otra vez, tal vez no debería haberla obligado a llevar su anillo, pero era su esposa, y no iba a permitirla saltarse ese juramento. Él no estuvo el día de su boda, estaba de acuerdo, pero había sido tan victima como ella, no sabía que iban a casarles en su ausencia, si no jamás se habría marchado. -                             ¿Estas despierta?- la susurró mientras se metía en la cama con ella y la observó moverse alejándose de su lado. -              ...