TU, y siempre tu, para siempre.



Hace algunos años, exactamente el día en que cumplí los 18, pensé que eso de ser mayor de edad era una tontería, no cambiaba nada, desde entonces he seguido yendo a los mismos sitios, visitando los mismos lugares, planeando los mismos viajes, etc.

Pero ese año, cambió algo, mi abuela me regaló una cobaya, no podéis imaginaros cuanto tiempo llevaba pidiéndosela a mis padres, y ese día, con mi novio y mi hermana, fui a recoger a la bolita más peluda y pequeñita que os podáis imaginar.

Cuando la compré, la vendedora me dijo, duran solo tres años, cuídala. Metió a mi pequeño en una caja de cartón y juntos, lo trajimos a casa.




Cuando le metí por primera vez en su nuevo hogar, estaba asustadísimo, se paso varios días sin salir de debajo de su casa, hasta que mi madre me dijo que se la quitara, debía acostumbrarse, y tenía que comer.

Poco a poco le acostumbre a estar con nosotros, para mi, no solo era mi cobaya, era el mejor regalo que me habían hecho nunca, y también la mayor responsabilidad. Por primera vez, alguien dependía de mi por completo, y me propuse, que si solo iba a vivir tres años, sería la cobaya más feliz del mundo.

Napoleón, me ha acompañado siempre, y cuando me tenía que ir de viaje llamaba cada día para preguntar que tal estaba y si me echaba de menos. El año pasado, por estas fechas falleció, después de cómo había dicho la vendedora, tres años. 

Fueron las peores navidades de mi vida, tuvo un fallo multiorgánico, y cuando el veterinario me dijo que había que empezar a darle de comer, me armaba de paciencia, lo cogía en brazos y envuelto en una mantita, le administraba en puré, el agua, las medicinas… jamás lo ví tan débil, y sin embargo tan lleno de amor.

Me levantaba por la noche solo para comprobar que aun seguía vivo, y a veces, lo sacaba de la jaula y lo abrazaba solo para que se quedara conmigo, simplemente me miraba, a veces emitía algún ruidito, el resto del tiempo permanecía con los ojos cerrados, respirando con dificultad, mientras yo le acariciaba y le mantenía en calor.

Un día, simplemente, dejó de andar, después de comer, ya no podía abrir los ojos, y yo me asusté mucho, llevé a Napoleón a un especialista, y mientras recorría con él las calles del centro de Madrid, mirando las luces de Navidad, mientras pasábamos con el coche, yo presentía que era un viaje de ida sin regreso, por última vez iba a tenerle en mis brazos y lo presentía.

Llegamos al veterinario, y le hicieron mil pruebas para saber que tenía, al final, me dijeron que tenía que quedarse ingresado, cuando le ví, tan débil, en una camilla, y mirándome con esos ojitos, lloré muchísimo, casi tanto como estoy llorando ahora al recordarle.

En ese momento dude que hacer, si quedármele y que muriera en paz en mi casa, o buscar la última oportunidad para que viviera. Decidí, que si había una mínima esperanza de que así fuera, quería que se quedara conmigo, puede parecer egoísta, y tal vez en ese momento debí haber decidido sacrificarle, pero no podía, egoísta o no, le quería conmigo, y aun le quiero conmigo. 

Llame cada día, para preguntar como estaba, unos días mejor, otros peor, hasta que me llamaron para hacerme decidir, si quería sacrificarle o no, estaba peor y estaba sufriendo mucho, lloré mientras les decía que hicieran lo mejor para él, mi madre me dijo, si le quieres, no dejes que sufra más.


Yo decidí que ella tenía razón, después de ese día, me costó mucho volver a pisar el veterinario para ir a saldar la factura, ella casí llora conmigo cuando se me caían las lágrimas al decirla que podía quedarse todo lo que llevé para él, y dárselo a alguien. Mi familia se encargó de deshacerse de su casa y su comedero, cuando llegué a casa no quedaba ni rastro de él.

Solo una pelota de juguete, con la que ambos pasábamos la tarde, la cogía con los dientes y la tiraba al alto. Durante un tiempo, la llevé en el bolsillo de mi abrigo, para sentirle más cerca, me enfadé con el mundo por celebrar la Navidad cuando yo había perdido a alguien tan importante. 

Y si, digo alguien, porque no puedo comprender, como en este mundo puede existir gente que maltrate a los animales, esos seres son no solo despreciables, sino que en mi, no se merecen la categoría de personas, tampoco aquellos que maltratan a las mujeres y a niños indefensos.

Me duele recordar todo lo que viví con Napo, no solo por el hecho de que ya no esta conmigo, sino también, porque junto a él viví momentos muy felices.

Era mi pequeño, mi niño, mi bichito… y mi todo. Creo que él, estaría contento de que su historia sirva para que mucha gente piense en el amor que puede llegar a darte un animal, y el que tu puedes llegar a darle a él. Yo me siento orgullosa, de saber, que los tres años que vivió, fue inmensamente feliz, y tuvo todo el amor, que le pude dar.

TE QUIERO NAPO, TU, Y SIEMPRE TU, ESTARÁS EN MI CORAZÓN.





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Un besazo.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
conseguistes que de la emoción de leer me emocionara yo , precioso :)
Unknown ha dicho que…
Gracias Toñy. Un besazo.

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