Isemay 42.6
Sus pensamientos fueron interrumpidos, de repente un grito, un zumbido de
algo que parecía llegar desde muy lejos, un golpe sordo contra el suelo, cuando
su hermano se tiró sobre ella para protegerla, y el caos se apoderó de la zona.
Los hombres miraban hacia los lados sin saber que estaba ocurriendo, de
repente, habían aparecido flechas ante sus ojos, los heridos caían al suelo
desangrándose ante lo que estaba ocurriendo, gritos y más gritos, olor a
sangre, a indefensión de quienes sin armas no podían defenderse de los ataques,
que parecían venir de todas partes.
Uwuain apenas levantó la cabeza, manteniendo apretada a su hermana contra
sí, esperaba oír en cualquier momento el grito de alarma de sus hombres, que
alguien se diera cuenta desde las almenas de lo que estaba ocurriendo, pero el
ataque provenía de dentro del castillo, y la distancia era suficiente como para
que los guardias allí apostados y vigilando el exterior no vieran la amenaza.
Maldijo en silencio por no haber cogido la espada que podría salvarles la vida,
aunque parecía que el ataque en ningún momento se volvería frontal.
Más gritos, y el olor a sangre que caía al suelo cada vez era más
nauseabundo, ¿Cómo podía un olor tan desagradable, haber suplido al de las
flores y la hierba fresca en cuestión de minutos? Los colores de la alegre
primavera se habían sustituido por el color rojo de la sangre, que ahora lo
salpicaba todo y manchaba los preciosos jardines de la reina, más zumbidos que
parecían pasar por encima de sus cabezas y que no cesaban.
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Muass