La leyenda del duende y la ninfa
Cuenta la leyenda que hace mucho mucho tiempo, un duende se hizo amigo de una ninfa.
Por aquel entonces los duendes y las ninfas estaban peleados, así que, la ninfa, como si de la novela de Romeo y Julieta se tratara, decidió desafiar a los destinos y ver a escondidas al duende, al que nada más que ella le importaba.
La familia de la ninfa, decía de los duendes cosas atroces, pero la joven y bella ninfa, sabía que su duende, jamás sería capaz de tales barbaridades como las que su familia describía.
La familia del duende, por su parte, no quería oír hablar de ninfas, los amigos cercanos tampoco, ¿Qué era eso de una bicho con alas? ¿Qué esperar de alguien que siempre brillaba durante la noche? Los duendes eran discretos, las ninfas todo lo contrario, las gustaba jugar, revolotear por el bosque, mientras que los duendes amaban la tranquilidad y el sosiego.
Pero ese duende, tampoco creía las cosas que se decían de las ninfas, uno de los rumores decía, que si los duendes se acercaban a ellas se convertían en fluorescentes, lo que haría que todo el mundo les viera. Por su parte, las ninfas decían, que toda ninfa que se acercar a aun duende, jamás volvería a sonreír.
Las familias no sabían, que tanto la ninfa como el duende, ya habían perdido el miedo a esas cosas, que les encantaría brillar a ambos si ese era su destino, o dejar de sonreír, mientras fuera unidos.
Así, cuenta la leyenda, que una noche, el duende cansado de no poder ver a su ninfa, decidió salir a los bosques para hablar con la luna.
Escondido entre la maleza, encontró un bello estanque, donde un duende jamás debería bañarse, decía el cartel, al otro lado de la orilla, la misma advertencia existía para la ninfa. La luna, reflejada en el agua del estanque, lo hacía místico, casi mágico.

El duende, sorprendido ante tal prohibición, quedo con la ninfa una noche, y la llevó hasta ese bonito estanque, una vez allí, se sentó a observar desde una piedra lejana, como la luna derrochaba su belleza sobre las aguas.
La ninfa, por su parte, se sentó a su lado sonriendo ante su mirada.
Cuando al luna, en lo alto del cielo, reflejó toda su belleza sobre el agua, vio a lo lejos a la ninfa y al duende discutir sobre ello.
El brillo de la ninfa, hacía brillar a su vez al duende, y contra más discutían sobre el destino, poco a poco, la ninfa iba perdiendo la sonrisa... Tal como la leyenda contaba.
La luna, cansada de oír majaderías acerca del destino y al ver que el duende se marchaba de allí, le hizo resbalar y caer dentro del agua del estanque, la ninfa, que ya se marchaba, oyó el chapoteo, y después el grito del duende, pensó en marcharse, estaba comprobado que con él, ella perdería la sonrisa, y él su seriedad de siempre.
Pero...
La ninfa no pudo pensar en la perdida de su sonrisa, ni tampoco en la advertencia que hacían los carteles del estanque, salto a por él sabiendo, que si sus alas se mojaban ella perdería su brillo para siempre.
Le buscó y le buscó dentro del estanque, llegó hasta el fondo y no le vio, agotada por el cansancio, miró a la luna buscando una respuesta, quería encontrarle, aunque supusiera perderlo todo por él.
La luna, reflejó el cuerpo del duende en un lado del estanque, entre los matorrales, la ninfa, nadó con las fuerzas que le quedaban para ir a rescatarle, y cuando llegó a su lado y le abrazó, el duende abrió los ojos sujetándose a ella porque estaba con vida.
Un fogonazo, y todo despareció bajo una luz cegadora.
A la mañana siguiente, la ninfa y el duende aparecieron desnudos y cerca de la orilla, el agua aun podía tocarles. Estaban abrazados, y así los encontraron los familiares de ambos, que enfadados ante tal osadía de haber profanado el estanque con sus juegos, les separaron antes de que se hubieran despertado y los llevaron lejos, muy lejos.
Pero lo que los familiares no sabían, es que él tenía tatuado cerca del pecho un anillo con el dibujo de una ninfa, y ella, tenía tatuado justo encima de su corazón uno similar, con la marca de un duende.
Durante el resto de sus vidas, cuando caía la noche, la ninfa cerraba los ojos, y el duende hacía lo mismo, y por mucho que hubiera gente que quería separarlos, ellos estarían siempre, siempre juntos.
Por aquel entonces los duendes y las ninfas estaban peleados, así que, la ninfa, como si de la novela de Romeo y Julieta se tratara, decidió desafiar a los destinos y ver a escondidas al duende, al que nada más que ella le importaba.
La familia de la ninfa, decía de los duendes cosas atroces, pero la joven y bella ninfa, sabía que su duende, jamás sería capaz de tales barbaridades como las que su familia describía.
La familia del duende, por su parte, no quería oír hablar de ninfas, los amigos cercanos tampoco, ¿Qué era eso de una bicho con alas? ¿Qué esperar de alguien que siempre brillaba durante la noche? Los duendes eran discretos, las ninfas todo lo contrario, las gustaba jugar, revolotear por el bosque, mientras que los duendes amaban la tranquilidad y el sosiego.
Las familias no sabían, que tanto la ninfa como el duende, ya habían perdido el miedo a esas cosas, que les encantaría brillar a ambos si ese era su destino, o dejar de sonreír, mientras fuera unidos.
Así, cuenta la leyenda, que una noche, el duende cansado de no poder ver a su ninfa, decidió salir a los bosques para hablar con la luna.
Escondido entre la maleza, encontró un bello estanque, donde un duende jamás debería bañarse, decía el cartel, al otro lado de la orilla, la misma advertencia existía para la ninfa. La luna, reflejada en el agua del estanque, lo hacía místico, casi mágico.
El duende, sorprendido ante tal prohibición, quedo con la ninfa una noche, y la llevó hasta ese bonito estanque, una vez allí, se sentó a observar desde una piedra lejana, como la luna derrochaba su belleza sobre las aguas.
La ninfa, por su parte, se sentó a su lado sonriendo ante su mirada.
- ¿Sabes que la vida terminará por separarnos?- Le dijo el duende a la ninfa.
- ¿Sabe mi bello duende que no lo conseguirá?- Contestó ella juguetonamente.
- Eres pequeña para entender estas cosas, llegará un día, en que tendré que irme, no podré volver a verte.
- Eres grande para comprender, que donde tu vayas iré contigo- le contestó ella.
Cuando al luna, en lo alto del cielo, reflejó toda su belleza sobre el agua, vio a lo lejos a la ninfa y al duende discutir sobre ello.
El brillo de la ninfa, hacía brillar a su vez al duende, y contra más discutían sobre el destino, poco a poco, la ninfa iba perdiendo la sonrisa... Tal como la leyenda contaba.
La luna, cansada de oír majaderías acerca del destino y al ver que el duende se marchaba de allí, le hizo resbalar y caer dentro del agua del estanque, la ninfa, que ya se marchaba, oyó el chapoteo, y después el grito del duende, pensó en marcharse, estaba comprobado que con él, ella perdería la sonrisa, y él su seriedad de siempre.
Pero...
La ninfa no pudo pensar en la perdida de su sonrisa, ni tampoco en la advertencia que hacían los carteles del estanque, salto a por él sabiendo, que si sus alas se mojaban ella perdería su brillo para siempre.
Le buscó y le buscó dentro del estanque, llegó hasta el fondo y no le vio, agotada por el cansancio, miró a la luna buscando una respuesta, quería encontrarle, aunque supusiera perderlo todo por él.
Un fogonazo, y todo despareció bajo una luz cegadora.
A la mañana siguiente, la ninfa y el duende aparecieron desnudos y cerca de la orilla, el agua aun podía tocarles. Estaban abrazados, y así los encontraron los familiares de ambos, que enfadados ante tal osadía de haber profanado el estanque con sus juegos, les separaron antes de que se hubieran despertado y los llevaron lejos, muy lejos.
Pero lo que los familiares no sabían, es que él tenía tatuado cerca del pecho un anillo con el dibujo de una ninfa, y ella, tenía tatuado justo encima de su corazón uno similar, con la marca de un duende.
Durante el resto de sus vidas, cuando caía la noche, la ninfa cerraba los ojos, y el duende hacía lo mismo, y por mucho que hubiera gente que quería separarlos, ellos estarían siempre, siempre juntos.
Comentarios
Romeo y Julieta en versión fantástica.
Saludoss
Hicieron bien los dos y a pesar de la separación el amor no ha muerto.
bonita leyenda niña.
un besoteeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee jeje
Bonita leyenda nos dejas y a mi particularmente que me encanta soñar y alimentarme de hermosas fantasías de vez en vez, esto de duendes y ninfas, me llevaaaaaaaaa.
Gracias y mi saludo, Tamara
Bonito relato amiga.
Un abrazo.
Besos.