Historia eclesiástica de Madrid

Durante el mes de septiembre, estuve haciendo un curso sobre las tradiciones de Madrid, en dicho curso, nos explicaron que la mayoría de las tradiciones son re origen religioso, y nos dieron varios documentos muy interesantes, de los cuales teníamos que sacar información para hacer un trabajo.

Aquí os dejo la historia eclesiástica de Madrid, que estoy segura que al igual que yo, muchos de vosotros no conocíais.

      Tras el largo dominio musulmán, terminada la reconquista de Toledo y restaurado su arzobispado en 1086, Madrid  y su comarca se integraron en la extensa diócesis toledana.

Durante los largos siglos medievales, el área madrileña destacó por la progresiva acumulación beneficial en sus iglesias. La historia parroquial quedó fijada muy pronto y permaneció casi inalterable desde entonces.

En 1202, el Fuero de Madrid fijaba en diez sus parroquias, encabezadas por Santa María del Almudí, o de la Almudena. Unos años después, en 1536, ya eran catorce el número de parroquias, con este cuadro por delante, se optó por mantener las circunscripciones existentes, creando más anexos y ayudas parroquiales.

Esta organización trajo consigo que durante los siglos XVI y XVII, e incluso XVIII distintas Órdenes religiosas y Congregaciones eclesiásticas se aprovecharan de tan caótica situación, anegando el mapa eclesiástico madrileño, y para más enredo, cada cual con su particular jurisdicción. Pero la familia real no se quedó atrás y personajes como Juana de Austria, Felipe III, la emperatriz María de Austria, levantaron iglesias y catedrales.

Así, se tuvo que crear una vicaría temporal en Madrid, con la advertencia de que quedaba sometida a la vicaría general de Toledo.

La elección en 1561 por Felipe II de la villa de Madrid como capital áulica en la que fijar el Real donde morar el soberano, con la residencia de la Corte y los Consejos de gobierno, hizo perder a la imperial Toledo la categoría ciudadana que, imperceptiblemente, le arrebataba la Villa y Corte madrileña que, englobando sin duda a lo mejor y lo peor del imperio, iba acogiendo cada vez más a los miembros más destacados del predominante estamento clerical.

La importancia de Madrid crecía por momentos, y lo hacía rápidamente, como su clero. Así, durante la Guerra de Sucesión, las tropas del pretendiente austriaco, archiduque Carlos de Habsburgo, al ocupar Madrid en septiembre de 1710 atropellaron a los religiosos madrileños indiscriminadamente y profanaron los templos de la ciudad.

De nuevo, bien entrado el siglo XIX, en el continuo estado de guerra civil creado a la muerte de Fernando VII, por la serie de pronunciamientos contra la sucesión femenina prevista en la persona de su hija, la futura Isabel II, que desencadenarían la I Guerra Carlista, en Madrid se produjeron disturbios que encauzaron las iras del populacho hacia los frailes, provocando durante los días 16 al 18 de julio de 1834 una matanza indiscriminada de frailes.

Por todo ello, a finales del siglo XV se pensó por primera vez en desmembrar el territorio de la vasta demarcación diocesana de Toledo. El intento más serio de erección de una diócesis madrileña a costa del territorio de Toledo se hizo en tiempo de los Reyes Católicos. Pero no fue hasta el Concordato de 1851, en que se manifestó el criterio de adecuar límites provinciales con demarcaciones diocesanas. Entonces se contempló lúcida y abiertamente la necesidad de erigir una diócesis con sede en la capital de España, y en su artículo 5º, el Concordato recogía que, por “poderosas razones de necesidad y conveniencia y para mayor comodidad y utilidad espiritual de los fieles”, se haría una nueva división y circunscripción de diócesis. Aun así, Madrid pagaría caro el ser la capital del Estado y el centro gubernativo de la nación, tardándose más de 30 años en erigirse su diócesis, en virtud de la bula Romani Pontificies Praedecessores, de león XIII, ejecutada el 7 de marzo de 1885.

Dos días más tarde, se publicaba el nombramiento del primer prelado madrileño, don Narciso Martínez izquierdo. Durante esta primera etapa episcopal, que se extendió desde 1885 a 1964, Madrid conoció hasta siete prelados.

Con la Guerra Civil, se sufre de nuevo una persecución religiosa y mueren 435 personas del clero, sin contar los miles de fallecimientos que se produjeron entre los fieles laicos.

Hubo que esperar hasta 1963 para que, en la bula Romanorum Pontificum Semper, concedida por Pablo VI el 25 de marzo de 1964, la sede episcopal de Madrid- Alcalá, fuera por fin elevada al rango arzobispal.

La nueva archidiócesis de Madrid-Alcalá sería regida por un madrileño de nacimiento, don Casimiro Morcillo, y después que él, otros tantos le siguieron. Actualmente es regida por don Antonio María Rouco Varela, que procedente de Santiago de Compostela inició su pontificado en 1994.

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