Una nueva vida- Capítulo 31
La noche dio paso al alba y este dio
paso a la tarde, los aldeanos apagaban el último fuego que quedaba y las
mujeres de la familia comenzaban la reconstrucción de la casa junto con los
hombres. Lo más importante era, quitar el olor a humo por lo que los hombres,
subieron habitación por habitación, retirando mantas de las camas, las cuales
tirarían porque estaban quemadas, después continuaron por cortinas y colchones,
la mayoría de los muebles estaban quemados así que todos se sacaban al jardín,
después se subían a carros que llevaban estos muebles donde se solían tirar los
desperdicios, al igual que las mantas y algunas ropas de los armarios que por
mucho que se lavaran no se les iría el olor a humo.
Algunos aldeanos que se habían dado como voluntarios a
ayudar retiraban las ventanas y los cristales del suelo, Simón acompañó a todas
las mujeres de la familia, Hanna, Irene, Sajira, Medina, Dolinda y Lorena a
comprar telas, para que comenzaran a hacer cubre camas, cortinas, mantas,
manteles, pañuelos, etc., todo lo que iban a necesitar, algunas de las aldeanas
se unieron a ellas, entre ellas Ascra, e Irene habilitó una tienda solo para
coser. A Quitón le encargaron la tarea de estar con Lisi y con la nana, de vez
en cuando Quitón también ayudaba a los hombres a transportar maderas u otros
muebles para la reconstrucción de la casa.
Mientras tanto Radians se recuperaba
en su habitación, José solía salir por la mañana antes de que ella se
despertara y regresaba antes del mediodía, Flor la daba de desayunar y pasaba
la mañana con ella hasta que llegaba José, después esta salía de la habitación
y José se encargaba de ella el resto del día.
— Flor- la decía siempre antes de
salir- tráigame el tarro de ungüento de alheña para las quemaduras
Poco después de que Radians comenzara
a recuperarse el médico les indicó que era mejor la alheña que el zumo de
limón, tardaría más en curarse la quemadura, pero era mejor y la dolería menos.
Además, les envió un jarabe verdoso y espeso que ella debía tomar cada noche
para que la dejara descansar. Antes de echarla la alheña José la levantaba de
la cama la sentaba sobre sus piernas y mientras la abrazaba la metía las manos
en agua fría.
— Cálmate, mi amor,- la susurraba- es
lo mejor para ti, te lo aseguro- los primeros días, Radians se quejaba más pero
después el dolor iba desapareciendo e incluso la calmaba meter las manos en
agua fría.
Todos los días José repetía lo mismo y su voz se
volvió tan convincente que ella deseaba que en verdad tuviera razón y lo
hiciera por su bien, necesitaba creerle, cuando la primera noche le dieron el
jarabe para que descansara soñó con el día en que la dispararon, nunca lo había
recordado tan bien como aquella noche, entonces pensó que si él la hubiera
cuidado como la cuidaba ahora con las quemaduras todo hubiera sido mucho mejor
para ambos.
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Besos
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