Isemay 39.2



Reynald estaba nervioso, juraría que alguien les observaba y se sentía extraño ante lo que estaba ocurriendo, no podía creerse que ya hubieran llegado. Olaft se había comportado muy mal todo el camino, y a consecuencia de eso, Isemay también estaba irritable. Había maldecido el viaje mil veces, y otras tantas se había acostado sin cenar, o sin comer, porque el niño la quitaba el apetito.
Para su fortuna, Osmar no los había recibido en la entrada, al parecer el rey se había hecho cargo de eso, y él se lo agradecía profundamente. Se reuniría con ellos más tarde, explicaría la situación a Uwuain, y tal vez, entre los dos, lograran que Osmar la dejara tranquila por un tiempo. Porque a pesar de lo que todos pensaran, Reynald sabía que Osmar jamás la concedería la nulidad, y que el rey había conseguido justamente lo que quería, que Isemay los acompañara en el viaje, ya que Osmar no podía acercarse a la residencia.
Bajo del caballo y se lo entregó a uno de los mozos de cuadras para que lo cepillara y le diera de comer, necesitaba descansar, igual que todos ellos. Después, se acercó al carruaje, donde Isemay esperaba a que él fuera a buscarla, la había prometido no separarse de ella en todo el tiempo que estuviera en la corte, pero sería difícil cumplir esa promesa si el rey le proponía actividades, y ella también lo sabía. Pero mientras que no tuviera ninguna, no la dejaría sola.


Comentarios

Entradas populares de este blog

El arte de la compasión

¿Conseguir cosas gratis en Shein?

Mátate estudiando, y serás un cadáver culto.