Isemay- Parte 11.2 VIVO


    
La primera impresión de Osmar fue de rabia al verle el rostro a su joven esposa, después miró a Uwuain pidiendo que le dijera quien la había hecho eso, más tarde, volvió a mirarla a ella, que permanecía quieta y en silencio, los ojos cada vez más cerrados, a penas veía sombras borrosas a su alrededor, cerró los ojos y se tapó la cara con las manos al ver a su esposo detrás de su hermano creyendo que iba a golpearle.
-                            Detrás- grito temerosa y ambos hombres se dieron la vuelta esperando que alguien los atacara.
-                            Es Osmar- la abrazó su hermano- por eso salí.
-                            No veo nada- apartó las manos de su rostro- solo sombras- repitió mientras aparecían lágrimas en sus ojos.
-                            No pasa nada- la consoló su hermano abrazándola aún más fuerte- dame la mano, vamos a salir de aquí.
Recorrió todos los pasillos de la mano de su hermano, mientras que su esposo la llevaba tomada por la cintura, hacía rato que ya ni siquiera veía sombras, pero no quiso decírselo a ellos, por miedo a que pensaran que la ocurría algo en los ojos. Ella estaba sin embargo, atemorizada, creyendo que podía haberse quedado ciega.
Por un momento pareció que la luz se filtraba a través de sus párpados, aunque ni siquiera sabía si tenía los ojos abiertos o cerrados, su hermano la puso un brazo sobre el pecho y la pegó a la pared, su esposo la abrazó por la cintura para mantenerla en esa posición sin que se moviera.
-                            Se han ido- le oyó decir a Uwuain.
Empezaban a andar de nuevo cuando alguien apareció y comenzó a gritar que los había encontrado, el brazo de su marido se separó de su cintura, y rápidamente oyó un golpe sordo y sonoro, no sabía quien de los dos había caído al suelo, pero sabía que si su hermano no la había soltado la mano aún, es que todo iba bien.
-                            Ahora vendrán más- le oyó decir a Osmar- creo que todos llegaron a oír su grito.
           Osmar miró de nuevo a su esposa mientras Uwuain, inspeccionaba el pasillo que los tres iban a cruzar, estaba seguro de que hacia rato había dejado de ver nada, pero no se había quejado, y tampoco había hablado. Sintió el deseo de no salir de allí hasta no acabar con aquel que la había magullado tanto, la persona que fuera capaz de golpear de ese modo a una mujer, no se merecía seguir viviendo, y que la hubieran golpeado a ella, su mujer, decía dos cosas de ese impresentable, una, subestimaba la fuerza de Halcón, y dos, había firmado su sentencia de muerte.

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