Isemay- Parte 12.2 VIVO


    
Después de aquello, se habían quedado en silencio, ella escurriendo cada una de las partes de su vestido, sin advertir tan siquiera lo conmovedor que era ese movimiento para él, cuando por su culpa ella estaba metida en esta situación.
-                            ¿Puedes sujetar el pañuelo sobre tus ojos?- la preguntó al ver que no escurría más su falda- creo que tus cabellos están igual de húmedos.
-                            Intentaré secarlos- le dijo ella.
-                            Preferiría hacerlo yo- la indicó.
Y era totalmente cierto, pensar que jamás había tocado los cabellos de su esposa, era como una asignatura suspensa de las que deseaba aprobar. Ella no se movió, sin embargo tensó los hombros al oírle. Pareció pensárselo un instante, pero después, levantó uno de sus brazos con delicadeza para sujetar el pañuelo.
Sin nada de experiencia, Osmar se colocó detrás de ella, y soltó los pocos cabellos que la quedaban trenzados, desanudándolos con las manos, después los retorció y el agua que quedaba en ellos cayó a sus pies.
-                            Si consigues voltearte, intentaré secarlos con el fuego- la dijo mientras sus manos masajeaban su cabeza.
Ella se movió sobra la piedra, dejando que su espalda diera directamente contra el fuego, poco a poco, con el movimiento de él en su cabeza, más el calor del hogar, el pelo comenzó a secársele. Al cabo de varios minutos, lo tenía completamente seco.
-                            Jamás hice una trenza- volvió a hablar él- pero hay ciertos nudos marineros que parecen llevar el mismo entramado, ¿quieres que lo intente?
-                            Si te es inconveniente puedes dejarlos sueltos.
-                            Lo intentaré- la tocó la cabeza con delicadeza y comenzó con la tarea.
Después de varios tirones de pelo, en los que ella no se quejó, Osmar separó sus manos de la cabeza de la joven y contemplo su obra, no se parecía mucho a ningún peinado de alguna dama, pero al menos mantendría su cabello recogido y se la enredaría menos, no había nada que quisiera menos en este mundo, que tener que ver esa hermosa cabellera cortada a causa de los nudos sin solución.
-                            No ha quedado tan mal- la comentó por fín, ayudándola a voltearse de nuevo para que mirara al fuego.
-                            Estoy segura de que has hecho un gran trabajo- le sonrió temblando por el frío.
-                            ¿Llevas ropa debajo?- la preguntó sin preámbulos.
-                            ¿Cómo dices?- se ruborizó ella.
-                            Podías quitarte algunas prendas de ropa y secarlas, adheridas a tu cuerpo tardaran más, y estas tiritando.
-                            No sería muy decente- bajo la cabeza para esconder su vergüenza.
-                            Soy tu esposo, y él tu hermano, preferiríamos que no fuera decente a que murieras de una pulmonía.
-                            No importa, estoy bien así.
-                            Cogerás un resfriado sino te secas, iré a la entrada para que te quites alguna ropa, ponla a secar, volveré en un rato- la pidió como una orden.
-                            Osmar- le llamó ella cuando se alejaba- no podré estirarlas- le dijo señalando sus ojos- no puedo ver.
-                            Entonces déjalas a un lado, las estiraré cuando regrese.
Isemay se sentó en la piedra y permaneció frente al fuego, no estaba segura de querer desprenderse de la ropa, pero él tenía razón, podía enfermar si seguía con ella adherida a su cuerpo. No sabía donde estaba su hermano, pero supuso que no importaría, él la había visto muchas veces desnuda y dudaba de que mirara en su dirección si la veía.
Poco a poco se agachó y fue desprendiéndose de una de sus zapatillas, después de la otra, y las dejó justo al lado, a estas siguieron sus medias, y colocó los pies en la dirección del fuego, rápidamente comenzaron a calentársele.
Varios minutos más tarde, su esposo regresó a su lado. Observó las pocas prendas que se había quitado, pero al fin, eran más de las que él esperaba, la tocó el hombro para indicarla que estaba a su lado, y volteó las zapatillas para que cayera al suelo el agua de su interior, después estiró las medias, y se quitó su propia camisa para secarla.
Cogiendo el trapo que ella se había quitado de los ojos, se alejó de nuevo para humedecerlo, y se lo volvió a tender para colocarlo de nuevo sobre la hinchazón.
-                            Cuando se seque mi camisa, te quitaras ese vestido- la susurró- esta empapado, las medias te proporcionaran calor.
-                            Pero, ¿tu estarás semidesnudo?- le indicó ruborizándose.
-                            Ya lo estoy- la cogió la mano y se la colocó sobre su pecho, después descendió rápidamente para que tocara sus abdominales, ella apartó la mano con brusquedad.
-                            Esto no…- comenzó a decir.
-                            No voy a dejar que enfermes solo porque no sea apropiado.

Comentarios

orthos62 ha dicho que…
Me ha gustado la dulzura con que Osmar trata a su mujer y los cuidados que la presta, así como la sensualidad vergonzosa que se respira en la historia. Retomamos la historia.
un beso buen domingo.
Tamara ha dicho que…
Ya es hora de que la tratara bien después de todo lo que la ha hecho, ¿No crees? En aquella época ese trato a la mujer era normal, dejarla de lado, separarla de la familia... Al fin y al cabo eran matrimonio de conveniencia, pero, si hubiera sido en este siglo, probablemente ella, no le hubiera dejado mostrarse dulce, más bien, lo hubiera mandado a freir esparragos. A veces me cuesta escribir el punto de vista de la mujer débil.

Un beso. Que paséis buena semana.
Fiaris ha dicho que…
me gustó,aqui ando de visita,cariños.
Tamara ha dicho que…
Fiaris me alegro de que te haya gustado. Besos.

Entradas populares de este blog

Tutorial: Word 1

La inteligencia me persigue, pero yo soy más rápida.

Mátate estudiando, y serás un cadáver culto.