Isemay- Parte 15.4 VIVO


Entró en la casa siguiendo su instinto de que iba a encontrar o conocer algo sorprendente de ella, si lograba curiosear cuando hablaba con la otra mujer. Había incluso apurado su trabajo para poder disfrutar de unos minutos de curiosidad. La puerta sonó cuando él entró a la casa, y las mujeres se quedaron mirando expectantes a que alguno de los hombres apareciera por el pasillo, sintiéndose descubierto se asomó al umbral.
-                            Pasa- le indicó Doña Encarna con una mano manchada de harina.
-                            No quería interrumpiros- sonrió sentándose en una de las butacas que había frente a la mesa donde las mujeres trabajaban.
-                            No es interrupción- sonrió la mujer- sírvete limonada, querido- señaló la jarra que había al fondo de la mesa.
-                            Podéis seguir hablando- comentó él mientras se alejaba para servirse.
-                            Bueno coméntame querida- la miró de nuevo Doña Encarna volviendo al trabajo- ¿y  como es Sabell?
-                            Es algo magnífico- sonrió Isemay recordando con detalle su hogar- tiene muchos colores, y jardines que recorren el castillo, cuando era pequeña siempre me ensuciaba con las plantas recién abonadas y mi padre me castigaba sin comer el postre.
-                            Recuerdo un día- interrumpió Osmar y las dos mujeres se volvieron para mirarle- yo regresé de una cacería con tu hermano- sonrió rememorando el momento- te habías metido justo en medio de las plantas recién cortadas, creías que podías volverlas a plantar en su sitio y que vivirían.
-                            Si- recordó ella también- mi padre me castigo porque esas flores iban a ser el centro de mesa del baile de bienvenida para mi hermano y yo las estropeé, una parte de los jardines quedó desierta durante mucho tiempo por mi causa, ya que los jardineros tuvieron que volver a cortar otras flores.
-                            Te pasaste la tarde llorando en brazos de tu hermano, pidiéndole por favor que hablara con tu padre.
-                            Esa noche habían hecho pastel de chocolate- sonrió ella.
-                            Y te quedarías sin el, al menos que tu padre te perdonara. Pero no lo hizo, y tu hermano me pidió que guardara mi pedazo de pastel para dártelo luego, me costó horrores explicarle a mi padre porque sino me gustaba el dulce, tenía tantas ganas de comer esa noche.
-                            Después me lo llevaste al jardín, nadie había tenido un gesto tan bonito conmigo- bajo la vista y dejó de mirarle.
-                            El pastel estaba estropeado, lo había aplastado en mi huída a los jardines, y aún así fuiste capaz de comértelo.
-                            Podríamos hacer pastel de chocolate, si aún sigue gustándote- interrumpió Doña Encarna cuando ambos jóvenes se quedaron mudos.
-                            Deje de comerlo hace muchos años- la sonrisa que le dirigió fue forzada, estaba triste, sus ojos la delataban- el día que me marche de Halk, habíamos cenado pastel de chocolate.
-                            Bueno, no recordemos cosas tristes, me dijiste que lo habías pasado muy bien en la escuela- la tocó la mano Doña Encarna dándola ánimos.
-                            Debo volver al trabajo- se disculpó Osmar saliendo de allí.

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